El miedo cumple una función práctica que es la de sacar al individuo de la indiferencia y de la apatía para motivarlo a empujar los límites de la razón, como recurso liberador. El miedo condiciona al ser marcadamente ya que produce un estado de descontrol emocional cuyos efectos se pueden manifestar físicamente, en función de temblores, sudores fríos, deseos de vomitar, mareos, falta de concentración, etc., producto de una inseguridad interna que puede incluso conducir, temporalmente, a un estado de “shock”, creándole un trauma psicológico, el cual afecta su comportamiento individual y social.
El miedo psicológico es personal porque cada individuo reacciona diferentemente ante una misma situación. La vulnerabilidad consiste en que el miedoso, en función de su sensibilidad y de su actitud ante la vida negativa, manufactura y alimenta al “monstruo” que su mente imaginó, teniendo que lidiar con este fenómeno, por años, luego, o por siempre. Por eso, el reconocimiento de que el miedo es una creación del pensamiento, ayuda a desmitificarlo, en virtud de que, sin reforzamiento en el pensamiento, no puede subsistir.
¿Cómo podemos conquistar al miedo?
1. Aceptar que tenemos miedo. Reconocer que tenemos un problema es el primer paso para solucionarlo. Pensar que el miedo es una respuesta innata que todos tenemos y no es un síntoma de debilidad reconocerlo ya que la finalidad del miedo es protegernos ante las amenazas y lo desconocido.
2. Identificar cuáles son nuestros miedos. Existen diversos tipos de miedo. Así, entre las clasificaciones más habituales, nos encontramos con las siguientes:
Miedo al cambio. Tanto las personas adultas como los niños pueden sufrir este pavor a modificar no sólo su rutina, sino también su entorno. Esto se puede producir por culpa de un cambio de colegio, de trabajo, de ciudad, de amigos.
Miedo a la oscuridad. Si hay un miedo que sea propio de los más pequeños es el miedo a la oscuridad, que puede producirse a raíz de pesadillas, de situaciones imaginadas o de cuentos que les hayan asustado. Es habitual que los niños que lo sufren tengan que dormir con alguna luz encendida en su habitación.
Miedo a los animales. Todos podemos sufrir este miedo a los animales en general o a alguno en concreto.
Miedo a las tormentas. En la etapa infantil es cuando se produce más frecuentemente este pavor, no obstante, existen muchos adultos que siguen sufriéndolo y en concreto tanto a las citadas tormentas como a los propios truenos.
Además de estas clases de miedo, también podemos subrayar que existen otros como el miedo a la separación, miedo ante el fracaso, ante las actividades públicas, o miedos nocturnos.
3. Enfrentarse al miedo. (Cada miedo requerirá de una estrategia concreta). Es bueno pensar en este paso como un reto, esto nos motivará, y para empezar a “acabar” con nuestro miedo podríamos plantearnos pequeños retos y poco a poco ir superándolos para adquirir confianza.
4. Celebra los triunfos que obtengas. Cada vez que realices algo para vencer un miedo, prémiate. Aunque haya sido un intento fallido, porque eso significa que ya estás tomando el control de tu vida. Te animará a seguir adelante. Recuerda, que el mayor fracaso, es no intentarlo.
Debemos saber que todas las personas que han tenido éxito, han sentido miedo en alguna ocasión, pero han sido capaces de superarlo. Estas personas viven sus sueños a pesar de que tienen tantos miedos como una personas que se considera miserable, lo único que han aprendido a manejar sus miedos, en lugar de dejar que los miedos las manejen. Nelson Mandela decía :»No es valiente quien no tiene miedo, sino quien sabe conquistarlo».
Cuando nos ponemos en acción a pesar de nuestros miedos, pasamos de una zona en la que sentimos dolor, tristeza, u otros sentimientos, a una zona en la que nos sintamos seguros y confiados y nos sentiremos más felices.